Hoy nos hemos levantado con una sonrisa. Hay varios motivos.
Además del buen sabor de boca que nos dejó la fiesta de ayer, hemos conseguido unas improvisadas camas, dignas de los Picapiedra.
Gracias a la intervención de Diogoye, al que le hice saber la preocupación colectiva por el hecho de estar durmiendo en el suelo, unos bloques de cemento, y unos tablones procedentes del dispensario semi-acabado, conseguían levantarnos del suelo los centímetros justos para no tener que estar preocupados por los escorpiones, o por las serpientes.
Gracias a la intervención de Diogoye, al que le hice saber la preocupación colectiva por el hecho de estar durmiendo en el suelo, unos bloques de cemento, y unos tablones procedentes del dispensario semi-acabado, conseguían levantarnos del suelo los centímetros justos para no tener que estar preocupados por los escorpiones, o por las serpientes.
Cuando movimos el colchón para llevar a cabo la reforma, vi el boquete que tenía en un lateral. Un trabajo fino, del que prefiero ignorar la autoría.
El tercer y principal motivo de nuestra sonrisa matinal, es que hoy y mañana nos vamos de excursión.
Hemos conseguido salir de Ndokh, aunque sea por unas horas, y poder conocer alguna otra zona. Parece una tontería, pero es realmente difícil. En Ndokh no hay vehículos, y en Toucar se cuentan con los dedos de una mano, y sobran…
Ayer fui a investigar. Después de informarme bien entre los miembros del IRD, me dirigí al descampado-plaza en la que se encuentran los…¡¡ejem!! “transportes públicos” Creo que hay tres, en un pueblo de cuatro mil habitantes. Se llaman “car rapide”, ¡jaja!
Me mostraron uno de los desvencijados vehículos. Ni el más optimista habría apostado que fuera capaz de recorrer más de tres quilómetros: Una furgoneta Mercedes de quince plazas, con los cristales rotos, y sin la mitad de los asientos, en cuyos bajos andaba trabajando un chico, que supuestamente debería ser mecánico.
En resumen, que ante la escasa oferta de vehículos disponibles, le concedí el beneficio de la duda, centrándome en negociar el precio. Desafío extremo.
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Interior gran confort |
Mi adversario en el “regateo”: un senegalés de pura cepa, con camiseta de malla negra y gafas más negras que él y que su camiseta. Valdría para hacer de malo en cualquier película. La oportuna aparición de Diogoye me ayudó a rematar la faena.
Los “toubab” (blancos en serer) somos escasos en esta zona. De hecho no hemos coincidido todavía con nadie. No hay turismo, y son algo recelosos. Además, aunque hablan francés, nunca estás seguro de que te hayan entendido, y eso cuando se trata de emprender un viaje, te crea cierta inquietud.
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La "fragoneta" |
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